En un país donde las necesidades básicas de la población a menudo quedan insatisfechas, resulta inquietante observar cómo los recursos públicos se desvían hacia campañas de imagen y propaganda. El caso del Gobernador de Barinas es un ejemplo del derroche y opulencia. A pesar de las promesas de transparencia y eficiencia, su administración ha destinado una parte considerable del presupuesto a publicidad, mientras las calles siguen deteriorándose y los servicios básicos languidecen.
1. El gasto excesivo en publicidad
Según datos recabados por investigaciones independientes, el gobernador Garrido ha superado la cifra de los US$ 250.000 en lo que va de año en gastos de publicidad y propaganda que incluyen drones, cámaras GoPro y consultores extranjeros, que forman parte de este despilfarro sin freno. Esta cifra es escandalosa si se considera que los trabajadores de la gobernación no han cobrado sus primas sociales, carecen de uniformes y trabajan en precarias condiciones ¿Cómo justificar semejante inversión en anuncios y campañas cuando hay tantas necesidades urgentes por atender?
2. Prioridades desequilibradas
La publicidad estatal debería servir para informar a la ciudadanía sobre programas sociales, proyectos educativos y servicios públicos. Sin embargo, en lugar de enfocarse en estas áreas, hemos visto cómo se resalta la figura del Gobernador y de ciertos funcionarios que forman parte de su círculo cortesano. Eso sí, no faltan anuncios que promocionan supuestos logros, obras de infraestructura que no ameritan propaganda y datos inflados sobre bolserías. ¿No deberíamos esperar más responsabilidad en el uso de los recursos?
3. La voz del pueblo silenciada
La concentración mediática también es un problema. Los cuantiosos recursos del gasto del Gobernador van a una parte específica del círculo de «amigos» del gobernador y quedan por fuera los medios de comunicación barineses. Esto afecta directamente la pluralidad de la información y la libertad de expresión. Mientras unos pocos medios acaparan los recursos, otros quedan marginados, limitando la diversidad de voces y puntos de vista en el panorama informativo del país.
Conclusión
El Gobernador Garrido debe reconsiderar sus prioridades. En lugar de invertir en su propia imagen, debería destinar esos fondos a mejorar la calidad de vida de la población.
Es hora de que el pueblo exija respuestas y que los recursos se utilicen de manera responsable y equitativa. El bienestar de todos debe estar por encima de cualquier campaña publicitaria y desviar recursos para campañas personalistas es un delito.
Garrido debe recordar que su deber es servir al pueblo, no a su propia imagen, ni a sus amigos ni a sus cortesanos. La inversión en publicidad debe estar alineada con las necesidades reales de la ciudadanía. El dinero público no debe ser derrochado en anuncios vacíos, sino invertido en soluciones concretas para mejorar la vida de quienes en mala hora confiaron en él para liderar.